ANDREA IZURIETA

Siempre he tenido gran interés por el lenguaje, no sólo las diversas posibilidades que tenemos para entender, comunicar y transmitir al otro; sino la composición de cada lengua como un sistema que estructura nuestro razonamiento y personalidad.

“La arquitectura es un lenguaje tangible con el cual logramos entender el mundo y situarnos en él. Es una narrativa que toma forma a través de distintas representaciones del espacio y nos cuenta una historia distinta cada vez que cambiamos de escenario.”

Siempre he tenido gran interés por el lenguaje, no sólo las diversas posibilidades que tenemos para entender, comunicar y transmitir al otro; sino la composición de cada lengua como un sistema que estructura nuestro razonamiento y personalidad. Cuando tomé la decisión de estudiar arquitectura, no estaba muy segura ni siquiera del significado de la palabra. Me enamoré de la carrera cuando descubrí que es una disciplina que va más allá de la construcción de espacios físicos, finitos y limitados. Para mí, la arquitectura es una serie de procesos creativos y lógicos que se configuran como un lenguaje y se traducen en productos sociales y culturales con los que logramos identificarnos como colectivo e individuo.

En mi opinión, la carrera de arquitectura es muy idealista, la vida profesional no tanto. La vivienda y la creación de espacios dignos deja de ser un derecho humano para convertirse en un artículo de consumo. En mi trayectoria como arquitecta he trabajado en diversos campos; desde la construcción hasta el interiorismo y creo que sólo he logrado hallarme como arquitecta cuando tomo un lápiz y un papel e intento entender el mundo, ya sea a través de la palabra o el dibujo, pero siempre a partir de esta lengua tangible llamada arquitectura.