El Factor Humano

El Factor Humano

El factor más difícil de considerar, el de la rebeldía, la apropiación, la exploración, la sorpresa y la espontaneidad.

¿Por qué nos sentamos donde nos sentamos?

Una silla no sirve para sentarse, una jardinera sí.

Una escalera, ¿cuál es su propósito?

Subir, bajar o quedarse a platicar.

Una inclinación en el suelo, una rampa que es una plaza inclinada, un camastro en la ciudad.

El cuerpo se trata de mover en la sombra, en los techos debajo de una banqueta, a orillas de la copa de un árbol o bajo una bandera.

En una fuente no puedes nadar, pero puedes meter los pies con un vino.

En una plaza puedes jugar, correr, hacer lo que sea, esconderte entre las sombras de los postes o entre las personas. Detrás del quiosco, a lo lejos, haciéndote más pequeño y perdiendo proporción.

En una plaza puedes ir a divertirte de día y de noche e incluso en algunos casos beber y comer. En Roma, la plaza es una fiesta, el remate escondido de un callejón, la recompensa de una caminata entre árboles y casas hasta llegar a un patio, que es de todos. Beber en una bolsa de papel y conocer gente; la música la pone el primero que llegue. La vida que se da gracias a las plantas y las fachadas viejas. Entre el estuco y la hierba Italia se hace presente. Las ventanas rotas y los tendederos con ropa. En escaleras sin descanso, entre pueblos separados por el mar o por montañas; uno camina y las disfruta, vistas y terrazas. Manarola, Cinque Terre, la arquitectura encimada, local e improvisada.

Las pinturas manieristas y la realidad comparada. La vida en una plaza. El verano en Europa.

¿Cómo se relaciona una teja con lo contemporáneo? El estuco, viejo y sucio por el agua en la pared manchada. Una ciudad que es curva, cuyas calles se deslizan, ondeando entre pisos y techos de barro, cambiando sus dimensiones, ensanchándose, adelgazándose, yendo recto, girando; uno se pierde en sí mismo, caminando en estas calles. Vistas desde arriba a las formas que te llevan, a las calles que son patrones, un dibujo, experiencias que nacen a partir del Renacimiento, del arte. Una experiencia estética, un viaje, una vacación. Uno recuerda haber leído sobre Roma, Florencia, Italia en general, pero recorrerla en persona es muy distinto, cada calle es un tributo: el Greco, Veneciano, etc. El sueño y el ensayo. Nuevas posibilidades de una misma arquitectura.

En Budapest uno se asoma sobre el río. Por supuesto no se puede nadar, sólo observar, el ancho de este, que es desproporcional al tamaño de la ciudad. A un costado, simulando la orilla de una playa, hay gradas, escaleras que te llevan a mojar los pies y a sentir el agua.

Un camellón elevado que funciona como parque lineal. Un parque que se fue dando de manera natural en la ciudad. Como en los tirantes de los puentes, que acaban siendo un pedazo de mobiliario, extensión de una actividad, donde te puedes subir, sentar e incluso acostarte –hasta donde la inclinación te da- a beber un vino. La mayor expresión de espacio público, de apropiación, de improvisación, de rebeldía. Un puente es un parque, que no sólo funciona para cruzar sino para quedarte a comer y tomar, acostarte o descansar.

Patinar una ciudad siempre es un ejemplo de libertad cultural. Recuerdo un malecón elevado en Roma donde jugamos futbolito.

Liberty Bridge, Budapest, Jerónimo Andrade 2016