La práctica obsoleta

La carrera de arquitectura en su mayor parte es un constante acto de romantizar. Idealizamos conceptos, objetos, ciudades, edificios, sociedades e individuos. La figura masculina y occidentalizada del arquitecto es sobre todo a lo que implícitamente nos enseñan a aspirar en las aulas. Una vez que nos adentramos en una vida profesional sufrimos una transición del arquitecto creador al empleado. Lo hacemos imitando las mismas dinámicas tóxicas que aprendimos a romantizar dentro de un esquema de enseñanza bajo un enfoque completamente neoliberal. Nos volvemos practicantes de la cultura arquitectónica contemporánea que normaliza la explotación y pone en tela de juicio el valor del trabajo del capital humano dentro de esta industria.

México es uno de los países con el número más alto de horas laboradas en el mundo. Trabajar más horas y más días no se traduce necesariamente en mayor productividad. Actualmente, el senado mexicano se encuentra evaluando iniciativas que buscan elevar a derecho el descanso y la desconexión (este último a partir de la pandemia por Covid-19). Paralelamente se busca aumentar los días de vacaciones pagadas, ya que en nuestro país el poder tomar vacaciones en realidad es un lujo.[i] En general, las condiciones laborales en México para un arquitecto recién egresado son precarias. Se aspira a tolerar conductas normalizadas por un gremio integrado en su mayoría por individuos que promueven la idealización de la figura del arquitecto.

Mi última experiencia laboral fue en un despacho de arquitectura en el que estuve trabajando por más de un año y en el que me convertí en la empleada con más antigüedad dentro del equipo de diseño (para darse una idea de la rotación que había). Durante el tiempo que estuve ahí, sólo reafirmé que las prácticas nocivas dentro de la universidad se filtran al ámbito profesional. Jornadas de hasta casi 12 horas diarias bajo esquemas informales como la ausencia de un contrato laboral, pagos por outsourcing, sin prestaciones, contar con un equipo propio y llevarlo diariamente a la oficina ya que no te proporcionaban herramientas de trabajo, “ascensos” e incremento de responsabilidades sin incentivos ni aumentos salariales, violencia psicológica que en más de una ocasión me llevó a experimentar el síndrome del “burnout” y que fue fuertemente cuestionado por el dueño del despacho. ¿De verdad estás prácticas son algo que debemos de seguir tolerando? Al no estar de acuerdo con las condiciones laborales, fui manipulada por un ente abusivo y comencé a creer que yo estaba equivocada por exigir algo que nos correspondía a los empleados del despacho. Fui clasificada como parte de una “generación de cristal” que no “aguanta” nada. Estuve más tiempo de lo que debí exponiéndome en una situación que no sólo me hizo dudar de mi propio juicio, sino de mis capacidades también, lo que me llevó a una pérdida de autoestima. Fue una experiencia amarga pero también de aprendizaje y catarsis para mí.

Descubrí que estas situaciones son el común denominador en los despachos de arquitectura. Comencé hablar con gente que se encontraba en situaciones similares a la mía, trabajando para arquitectos egocéntricos que creen que su obra es de autoría individual y que su nombre en nuestro currículum es una moneda de cambio válida para un trabajo mal remunerado y completamente subestimado. Me adentré más en el tema y en realidad es una problemática a nivel global. En algunos países han recurrido a la sindicalización y han surgido organizaciones como Architectural Workers United y The Architecture Lobby en EEUU que han logrado fomentar el debate alrededor de los derechos laborales que los profesionales de la arquitectura deberían de tener. La organización de los trabajadores dentro de la industria de la arquitectura promueve sistemas más transparentes y condiciones laborales justas.  Incluso despachos de gran renombre como Zaha Hadid Architects han comenzado a implementar una transición hacia esquemas de “Employee Ownership” y “Employee Benefit Trust” dentro de los cuales se busca que los empleados sean propietarios colectivos de los activos de la empresa.[ii]Los empleados tienen una voz dentro de las decisiones del despacho y se ven reflejados en beneficios económicos y oportunidades de crecimiento para todos. Mientras más se alejen de la estructura jerárquica y se vuelva un espacio con un funcionamiento más horizontal, los resultados son mucho más progresistas. Esto no sólo se traduce en la calidad y el discurso de la arquitectura que ejecutan, sino en un entorno construido mucho más digno y que a todos nos pertenece.

Aún es un sistema implementado por pocos despachos, pero las prácticas relevantes arquitectónicas deben iniciar desde el lugar de trabajo. La concientización acerca de la salud mental y física, revalorización de nuestro trabajo y la evolución de la narrativa dentro de la enseñanza y el mundo profesional de la arquitectura nos acercan hacia una disciplina que siempre ha tenido una vocación para ser una herramienta democrática. El desafiar relaciones de dominación, crea una resistencia que advoca por nuestros derechos y busca reprimir una práctica que ya debería dejar de ser romantizada y en realidad ser completamente obsoleta.

Referencias



[i]Senado Morena (29 de marzo del 2022). Plantean en el Senado otorgar “vacaciones dignas” a los trabajadores. https://morena.senado.gob.mx/2022/03/29/plantean-en-el-senado-otorgar-vacaciones-dignas-a-los-trabajadores/.

[ii]Crook, L. (14 de diciembre del 2021). Zaha Hadid Architects announces transition to employee ownership. Dezeen. https://www.dezeen.com/2021/12/14/zaha-hadid-architects-employee-ownership/