Las vecindades en edificios patrimoniales

Las vecindades en edificios patrimoniales

Las vecindades siguen aquí. Aunque el crecimiento demográfico e inmobiliario las ha relegado en nuestro imaginario, siguen formando parte de nuestra cotidianidad. Por lo menos en los barrios centrales de la Ciudad de México.

Algunas han sido revaloradas como parte del proceso de gentrificación, pero el concepto prestablecido que sobre ellas aún prevalece tiende a minimizar su importancia artística, social e histórica en el crecimiento de la capital mexicana. Esta subvaluación está relacionada con sus habitantes históricos, del sector obrero, quienes no han tenido las riendas de la narrativa de lo que es, o no, valioso en el terreno arquitectónico y cultural en general.

Frecuentemente encontramos el tema de vivienda abordado desde los aspectos físicos, sociales, culturales y urbanos, pero no desde lo arquitectónico. Es habitual la descripción de los espacios, y sus funciones, de la vivienda de clase alta, apartando del estudio al sector popular que claramente también es parte de nuestra historia.

Si un inmueble catalogado como artístico ha sido restaurado o rehabilitado, el capital suele venir de bolsillos privados. Es fácil darse cuenta que aquellos que se encuentran en mejores condiciones son los que pertenecieron, o pertenecen aún, a la clase alta, o bien eclesiásticos y de gobierno. También son estos los que más atención reciben en los programas de restauración. Sin embargo, por su valor artístico o histórico, se deberían realizar más proyectos sociales en los edificios de vivienda popular catalogados como patrimoniales. Tenemos la enorme tarea de concientizar a nuestro entorno sobre lo que estos monumentos representan. Solo así la sociedad podrá convertirse en observadora y protectora activa de nuestro patrimonio.

Una de las colonias más representativas de la ciudad y en la que podemos encontrar vecindades en edificios catalogados es la colonia Guerrero (la warrior pa´ los cuates). El 40% de su superficie correspondía a este tipo de vivienda. El terremoto que sacudió la Ciudad de México, en 1985, dañó muchas de estas y fue motivo para demoliciones parciales o totales, a veces con el pretexto de daños estructurales y en otras ocasiones por las malas condiciones en las que se encontraban. Estas acciones dieron paso a nuevas construcciones que buscaron cubrir las necesidades de vivienda, pero no contaron con el valor arquitectónico de las viviendas que sustituyeron. Muchos de estos condominios sirvieron más a los desarrolladores que a sus usuarios. Cumplen mínima o nulamente con la función social y urbana deseada.

El sociólogo Christian Topalov, en La Urbanización Capitalista, dice: “La ciudad es el resultado de la división social del trabajo y una forma desarrollada de la cooperación entre unidades de producción. Concentra las condiciones generales de la producción capitalista (condiciones de la producción y circulación del capital y de la producción de la fuerza de trabajo) y es el resultado del sistema espacial de los procesos de producción, de circulación, de consumo, procesos que cuentan con soportes físicos, es decir, inmobiliarios”. Por ello, la rehabilitación de un inmueble debería contemplar la solución de problemas sociales orientados a grupos específicos, aumentando su plusvalía y la de la colonia, fortaleciendo el patrimonio cultural; al tiempo de tener como meta principal la solución a la falta de vivienda.

El abandono y la falta de mantenimiento afecta no nada más a los habitantes de estas propiedades, sino al barrio como conjunto y a la ciudad como un todo. La restauración de vivienda popular en edificios patrimoniales debe sustentarse en la permanencia de la población que reside en dichos inmuebles, elevando su calidad de vida. Dando como resultado la valorización y arraigo hacia el barrio.