Reseña del libro Behind the Postmodern Facade, architectural change in late twentieth-century america (Sarfatti Larson, Magali, 1993)
El objetivo de esta reseña no es solo resaltar los puntos relevantes sino poder hacer una comparación o adaptación de cómo aplican hoy en día. Demostrar cómo algunas premisas del libro siguen llevándose a cabo desde principios del modernismo a la fecha.
Como arquitectos, a veces creemos que nuestra profesión es autónoma y artística, ¿quién mejor que una socióloga para desmentirlo? En este libro, como su nombre lo sugiere, se tratan temas que van más allá de las fachadas y de los estilos en la arquitectura. Especialmente en el auge del movimiento modernista (1910 y 1970) y su consecuente, y menos aclamado, Posmodernismo.
El objetivo de esta reseña no es solo resaltar los puntos relevantes sino poder hacer una comparación o adaptación de cómo aplican hoy en día. Demostrar cómo algunas premisas del libro siguen llevándose a cabo desde principios del modernismo a la fecha. Temas como el “star system”, la falsa independencia de la profesión y la prioridad de la estética sobre la función o la trascendencia social se siguen fomentando al día de hoy.
El prólogo, escrito por el arquitecto estadounidense Joe Esherick, ya adelanta que se trata de un libro “que debería ser ampliamente leído por arquitectos y cualquiera preocupado por el futuro de la sociedad y la cultura”.
Aunque han pasado más de 30 años desde la publicación de este libro, las cuentas de Instagram de algunos arquitectos de moda parecen confirmar su vigencia. Las nuevas ideas que se difunden a través de las escuelas de arquitectura, las redes sociales “especializadas” y las propias revistas del ramo, incitan a la repetición de un estilo más que al aprendizaje de la técnica. ¿No tendrían, las escuelas de arquitectura, que enseñar los fundamentos de construcción más que imponer la imitación estilos? Quizá eso permitiría a los jóvenes arquitectos desarrollar su propia creatividad. En palabras de Serafatti Larson: “Las escuelas proveen audiencias para nuevas ideas que pueden rápidamente convertirse en tendencias, pero las revistas de arquitectura lo que promueven es la imitación en sí. Diseños estéticos, innovadores o sensacionalistas, son repetidamente publicados en prácticamente todas las plataformas de arquitectura del mundo”.
El volumen de publicaciones en plataformas digitales, y la velocidad con que se publican los proyectos hoy en día, ha hecho que la arquitectura se vuelva un tema visual antes que funcional. Esto generaliza el discurso del diseño y arroja tendencias estéticas que son rápidamente copiadas por arquitectos en “ascenso”, sin cuestionar el método de proyectar y las razones que le dan forma a esos proyectos. Unos cuantos párrafos con una descripción tibia y sensacionalista, que no explica el espacio pero abunda en adjetivos seudo poéticos. Eso sí, con fotos preciosas que abonan a que lo visual reine sobre lo funcional.
Estos mismos arquitectos famosos, con estilos arraigados que no son flexibles en sus métodos, no buscan otro tipo de clientes con otro tipo de desafíos, crean o siguen tendencias de estilo; son los considerados maestros o starchitects. Habría que preguntarse ¿qué los hace considerarse maestros? O mejor dicho: ¿quién? Este sistema de arquitectos que se premian entre ellos, provocan que sea más difícil para otros menos conocidos conseguir trabajo, para ser reconocido y tener un buen portafolio de clientes tienes que pertenecer a su club.
Esta profesión, en la que el prestigio es otorgado por otros arquitectos, muestra una contradicción fundamental. Para que la arquitectura se siga produciendo y premiando, como disciplina artística, debe de tener ejemplares construidos. Estos no deben de ser considerados propiedad intelectual absoluta del arquitecto, ya que dependen de muchas personas más. Lo que descubre, tajantemente, a la arquitectura como un arte absolutamente heterónomo: la conforman desde el cliente hasta los ingenieros, obreros y otros.
En la arquitectura como en muchas otras profesiones, el discurso sigue sin incluir a todos los actores que participan en la creación de proyectos. Por el contrario, parece que los excluye a propósito por no tener una preparación profesional. Clientes, ingenieros, consultores y obreros no reciben crédito por su participación creativa. Ignorando que, sin ellos no hubiera sido posible realizarlos. Los críticos, historiadores y practicantes de la arquitectura pretenden que solo lo realizado por arquitectos esté considerado como arte. La escritora traduce este erróneo principio como el silogismo ideológico de la arquitectura en el que:
“solo los arquitectos producen arquitectura. La arquitectura es un arte. Los arquitectos son necesarios para producir arte”.
Esta reseña es solo una pequeñísima probada de los temas del libro, en un espectro mucho más amplio y profundo la autora nos hace reflexionar sobre las prioridades en la arquitectura en los últimos 80 años. Un libro muy recomendable para quien quiera entender porque hoy el sistema de arquitectos funciona como funciona.