NOTAS

ENO

Cafecito de mi alma


POR ALEXIS LEVY

1 DE ABRIL DE 2023.

FOTOS: CORTESÍA DE ENO

“Lugares con Alma” no podría estrenarse con otro espacio, no podría tampoco escribirlo sentada en otra mesa o en otro lugar. Aunque es verdad que vengo aquí a escribir la mayoría de mis artículos, este se siente diferente. Siento que tengo que estar más atenta, que el sentimiento que usualmente me genera tiene que potenciarse; quiero ver cada detalle, a cada persona, analizar qué es lo que hacen y entender que es lo que los trae por aquí. Quiero también, entender qué es lo que me trae a mí por aquí.  

Desde que Lorenza me propuso llevar un espacio en el que podría escoger cualquier lugar de la Ciudad de México y retratarlo a través de letras, pensé en el ENO. Me acuerdo que estábamos en su oficina con un documento de Drive en el que apuntábamos lugares con potencialidad a ser escritos, entonces le dije que quería escribir sobre el ENO y rápido traté de justificarme con el hecho de que es un proyecto de NASO con diseño interior de Frama y que incluso salió en un par de revistas, finalmente añadí “y es un lugar que me gusta mucho”, es por eso que deberías de escribir sobre él, me dijo.

Y bueno, aquí estamos. Llegó por fin el artículo que tanto quería escribir y ahora me encuentro en blanco. Sentada en la mesa del fondo (siempre en la parte de afuera), apreciando la bellísima jacaranda que empieza a develar destellos morados porque ya estamos en primavera. ¿Sabían que las jacarandas llegaron a México gracias a Tatsugoro Matsumoto, un jardinero japonés que diseñaba para la clase alta mexicana y que incluso diseñó los jardínes del Palacio de Chapultepec para el mismísimo, Porfirio Díaz? Un dato que leí de la [muy] hermosa cuenta de Twitter del embajador japonés en México. Aprovecho el espacio para dejárselas por aquí

¿En dónde estaba?...Ah sí, mi incapacidad para escribir. No puedo evitar preguntarme: si tantas veces me he sentado aquí a escribir sobre otros espacios, ¿por qué será que no logro escribir sobre este? Aprovecho para invitarlos a leer otro de mis otros artículos: Index Art Book Fair. Qué cliché va a sonar lo que voy a decir, pero es verdad que a veces hay sensaciones que son difíciles de poner en palabras. Para mí el ENO, más que un lugar, es eso, una sensación.

Empecemos por ahí, por lo básico; ¿qué es el ENO? Una amiga decía que para ella es el lugar en donde sirven el mejor chai de México, claro siempre acompañado de una galletita de mantequilla que, en sus palabras, es como un pedacito de cielo. Una vez salí con un niño que aseguraba que el ENO era el lugar para comer las tlayudas más exquisitas del mundo y aunque un par de veces quiso traerme, nunca he logrado probar las famosas tlayudas. Marisol, la mesera que generalmente me atiende, ya sabe mi nombre y que me gusta el Masala Chai con leche de almendra y un splenda. Para ella, las sonrisas de los clientes son las que hacen de este espacio su casa. Miguel, que está sentado al lado de mí, dice que para él, es el lugar para tomar un agua del día los domingos y escuchar una de las famosas playlists, hecha por el mismísimo chef Enrique Olvera. Para un amigo este es el lugar en donde decidió, junto con su actual esposa, que querían casarse. Para muchos otros, es el medio para probar la famosa y exquisita comida del chef Enrique Olvera, específica, pero no exclusivamente, los molletes con queso gratinado preparados desde una cocina abierta, diáfana y transparente. Para mí, no es el lugar en donde sirven el mejor chai, ni las tlayudas más exquisitas, no es a donde voy a escuchar una playlist (aunque si son muy buenas) y aún no he decidido casarme, así que tampoco es eso. Yo vengo aquí porque es de los pocos lugares en esta ciudad en donde puedo sentirme cómoda sentada conmigo (me gusta más esta palabra, traducida del inglés “by myself” considerando que nunca estamos solos, siempre estamos con nosotros). Este es un café para todos, para quienes vienen acompañados y para aquellos que venimos con nosotros. De hecho, siempre me ha sorprendido la clientela tan diversa que lo visita; siempre hay unas amigas chismeando de lo que pasó el sábado, ellas generalmente se sientan en la entrada y hablan un poco fuerte. Se rumora que existía un blog en dónde los meseros contaban todo lo que escuchaban por aquí, nunca lo he visto, así que no puedo confirmarlo. Por otro lado, están las familias que vienen a disfrutar de un desayuno, una comida o un cafecito por la tarde. Y por qué no, también podemos encontrar una que otra date en las mesitas del sillón. Están también, los que vienen a tener una cita de trabajo, las mamás primerizas con su bebé, los que pasan por un café rápido, los abuelitos que vienen solos o acompañados y que escuchan videos con el sonido muy alto, están las parejas que no se hablan y las que no paran de hablar y por ende, no dejan que me concentre. Y hasta el final (o al principio) estamos los solitarios, esos que como yo, venimos a convertir en creatividad y proyectos, lo que este espacio tan acogedor nos deja. Con una computadora, una libreta, un libro y/o unos audífonos, nos dejamos guiar por esta esquinita escondida que a veces la hace de oficina, y muchas otras de terraza del mejor jardín. 

Mi historia con este lugar no es tan larga, pero es fluctuante y un tanto ocasional. Recuerdo que empecé a venir aquí en alguna [de las muchas] veces en las que me he sentido pérdida y por qué no decirlo, con el corazón un poquito roto. En ese entonces tenía 23 años, era verano y cursaba una clase en la que trabajaba en un proyecto que consistía en escribir un libro (ingenua yo, jaja). Aunque solamente escribí 60 hojas, cada una de ellas fue escrita desde esta misma mesa. Estoy segura que si algún día escribo un libro, será [mayoritariamente] escrito desde este lugar. Mi cumpleaños 24, uno no muy feliz, lo pasé sentada en la mesa de la entrada, con una galleta de avena como pastel y muchos cuestionamientos sobre quién era y qué significaba para mí crecer. En mis épocas de terapia (después de mi crisis de los 24) encontré una psicóloga que daba sesiones desde un estudio muy bonito a tan solo unos metros de aquí. Recuerdo que aproveché cada lunes de terapia para pasar la tarde haciendo lo que sea, con tal de estar aquí viendo como se ponía el sol y mi terracita se pintaba de naranja con amarillo. Cuando me independicé, después de haber cumplido 25, el ENO fue mi oficina, mi sala de juntas y mi comedor. Aquí recibí mi carta de aceptación a la maestría, también aquí recibí una llamada que me hizo llorar. Mis 26 se quedan sin memoria porque los pasé en tierras españolas, pero siempre con un poquito de nostalgia de mi mesita de piedra roja, mi chai con leche de almendra y una concha de maíz azul. Y ahora, que escribo esta columna, a mis 27, el ENO es mi taller de escritura y mi lugar de paz. Mi cafecito del alma. 

Nunca se concluye, porque después de una etapa siempre viene otra en la que seguramente estaré escribiendo desde esta mesa de patio exterior, apreciando una jacaranda que a veces florece y otras deja caer sus hojas para darle paso a la próxima estación. 

Es como si el venir aquí me hiciera volver a esas etapas de mi vida, cómo si el ENO me hubiera visto crecer y madurar. Cómo si me acompañara en este camino que a veces se siente bonito y otras tantas, complicado e incierto. Cómo si me abrazará sin juicio, me viera por quien hoy soy y me dijera que todo, siempre, va a estar bien. Eso es lo que hacen los lugares que nos acogen, que nos dan seguridad y nos hacen sentir en calma. 

Nunca sabré qué es lo que convierte este lugar en uno tan especial. Creo que para cada quien es algo distinto. Para cada momento es diferente también, es quizás eso, lo que lo hace tan especial. Nos permite ser quien queremos ser, nos abraza durante el cambio y se adapta a nuestra necesidad. Lo único que me queda claro, es que cuando se diseñan espacios de manera homogénea e integra, con tanta coherencia y soltura, espacios de materialidad natural y cálida, con reflejo de su personal y clientela, espacios sencillos y puros; los usuarios los volvemos nuestros, los cuidamos como casa, los volvemos casa y así nos tratan también. La mayor parte del tiempo no queremos ir a un café pomposo y muy fancy, sino que buscamos rincones cómodos y seguros, lugares para comer como en casa, sentirnos como en casa y ser nosotros, justamente igual que como en casa. 

*Nota para el lector 1: Quizás este artículo sea demasiado personal, pero aunque quisiera, no lograría escribirlo de otra manera. No concibo retratar este espacio si no es a través de mis memorias y experiencias, a través de mi propio sentimentalismo. Es por eso que, para que este relato no se quede corto, limitado por la parcialidad de la visión única y, para darle un toque de esa objetividad que sólo se consigue a muchas voces, pedí a clientes frecuentes y pasajeros que en una hoja pequeña retrataran al ENO con un una experiencia, un poema o una frase. Que buscarán transmitir lo que este espacio representa para ellos. Los resultados tan variados y especiales se encuentran regados por este artículo, salpicando a mis propias letras de una realidad más objetiva y tintando sus matices de una ecuanimidad conjunta. 

*Nota para el lector 2: Creo que no lo mencioné, quizás fue a propósito, o no; este artículo está inspirado en el ENO de Virreyes. Me queda claro que existe más de uno, la realidad es que, aunque los conozco, no los frecuento en una medida ni remotamente similar. No tengo duda de que muchas de las cosas descritas en las líneas anteriores podrían encajar perfectamente con estos otros espacios, que si bien son de emplazamiento distinto, tienen un alma similar. También me queda claro que habrá otros aspectos que no encajen del todo. Es por eso que invito a tí lector, a encontrar sus semejanzas y por su parte, a reemplazar por sus propias, todas las cosas que los hacen diferentes. Te invito a tí lector, a que encuentres su respectiva alma.