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De arquitectura y difusión en México: Narrativas de la (des)centralidad

POR LEÓN VILLEGAS

01 DE FEBRERO DE 2021.

La difusión de la arquitectura nacional ha pasado por distintas etapas, todas con una característica en común, su enfoque en lo que sucede en la Ciudad de México y en el quehacer de las principales figuras de la arquitectura y el diseño. Ahora es el momento de voltear a ver a los nuevos artífices de la cultura, a las periferias y a aquellas personas que alzan la voz y se están redefiniendo, la cultura actual.

En México, la arquitectura, al igual que la cultura en general, se legitima y difunde desde la centralidad. No es arbitrario, entonces, que la Ciudad de México ostente la hegemonía cultural del país dada su condición histórica como capital política y como la mega urbe más poblada y transitada. Su rico patrimonio cultural y social, en constante crecimiento, ha materializado vanguardias propias y ajenas, procreando y atrayendo a nuevos actores y creadores que lo seguirán alimentando. Como sede del gobierno y de la administración de los recursos, desde esta centralidad se han generado los discursos que conforman los (cuestionables) conceptos de historia oficial e identidad nacional y, con ellos, los instrumentos propagandísticos para su difusión. Más allá de geografías y territorialidades, explorar el fenómeno de la difusión de la cultura arquitectónica implica cuestionar los procesos de centralización y los poderes que los hacen confluir para, desde un solo lugar, validar a unos y marginalizar a otros.


A principios del siglo XX, el proyecto nacionalista posrevolucionario abrazó las promesas de progreso y crecimiento, imaginadas desde las utopías de la modernidad occidental, buscando intersectarlas con la tradición nacional. Desde los anaqueles de las bibliotecas universitarias y de las librerías especializadas, los arquitectos y diseñadores se nutrieron de las ideas contenidas en las publicaciones europeas y americanas de vanguardia que dictaban cómo debía ser el “nuevo estilo”, mientras los intelectuales se debatían en famosas pláticas de arquitectura sobre el ethos de la disciplina. La industria de la construcción fue la que comenzó la promoción y difusión de la nueva arquitectura, a través de las revistas “El Concreto” y “Cemento/Tolteca”, impulsadas por el “Comité para Propagar el Uso del Cemento Portland”, conformaron el primer proyecto editorial de gran alcance que influyó profundamente en la construcción de la modernidad arquitectónica mexicana. De esta forma, la prensa, la industria y el capital condicionaron el devenir de la cultura material.

Para mediados de siglo, la consolidación de la escena arquitectónica nacional, con referentes de reconocimiento internacional como Pedro Ramírez Vázquez y Mario Pani, entre otros, llevó a la creación de publicaciones que permitieran la reproducción y amplificación de sus obras. Revistas como “Calli” y “Arquitectura México”, esta última encabezada por Mario Pani, se convirtieron en los dispositivos esenciales para la exposición de arquitectura y diseño nacional e internacional. En sus páginas se abrió también el espacio para la crítica y la proposición de imaginarios arquitectónicos innovadores. 

Pese al auge de la industria editorial que permitió elevar tirajes, con el desarrollo de técnicas de producción e impresión mejoradas y con una mayor infraestructura de distribución, estas publicaciones se convirtieron en productos de nicho, posteriormente de culto, y desaparecieron paulatinamente. Fuera de las páginas impresas, los espacios culturales y museísticos dedicaron esporádicamente alguna exposición o conferencia relacionada con la arquitectura. Es hasta 1984 que se instituye el Museo Nacional de Arquitectura, en el piso superior del Palacio de Bellas Artes, el único espacio (prácticamente residual) con vocación exclusiva a la arquitectura.

A finales de siglo, la posmodernidad, el establecimiento de la economía neoliberal y la cultura de consumo trajeron una diversificación de productos editoriales que masificaron la arquitectura y el diseño en términos de decoración y estilo de vida. Las revistas se convirtieron en aparadores a los que se podía acceder pagando y que ofrecían sus mercancías aspiracionales al proletariado clasemediero junto con una eterna promesa de bienestar. Eventualmente, el hartazgo ante la frivolidad y la vacuidad de contenido de los medios masivos terminaría por despertar nuevas inquietudes y proyectos editoriales. A finales de los años 90 surgen las revistas Arquine (1997) como una plataforma editorial independiente y Bitácora (1999) desde la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Ambos proyectos, aún vigentes, enfocados, el primero, en curar y difundir la cultura arquitectónica internacional privilegiando la escena mexicana y, el segundo, en difundir y generar un pensamiento crítico desde la investigación y la academia. Los cambios mediáticos que vendrían en tan solo un par de décadas, aceleraron el desplazamiento de los proyectos editoriales impresos a una condición periférica ante la ubicuidad y masividad del internet.

Al inicio de la tercera década del siglo XXI podemos valorar el estado de la cultura arquitectónica y su diseminación desde una perspectiva completamente diferente a la del siglo XX. Si bien los medios de difusión “oficiales” siguen siendo acaparados por élites, las telecomunicaciones han democratizado la producción de contenidos y la amplificación de discursos diversos. Al día de hoy el medio de arquitectura más influyente se encuentra en la virtualidad: Archdaily, el portal de arquitectura más visitado en el mundo (y uno de los sitios más visitados en la web) mientras que nuevos blogs y cuentas/páginas de arquitectura cada vez más especializadas generan contenidos al minuto desde todas las redes sociales. 


Las plataformas tradicionales se han tenido que reinventar y diversificar su oferta de contenidos, lo que ha sumado exponencialmente a la construcción de la cultura. Ferias y festivales como MEXTRÓPOLI, el Abierto Mexicano de Diseño, Design Week México, etc. han ocupado los espacios físicos de la ciudad haciendo más visible y accesible la cultura de la arquitectura y el diseño. Son particularmente destacables las iniciativas independientes de exposición y curaduría experimental: LIGA. Espacio para arquitectura y ARCHIVO, proyectos que operan no sólo como escaparates de arquitecturas emergentes sino como laboratorios de investigación y centros de documentación. También se han ejercido desde la institucionalidad proyectos expositivos como el (ya desaparecido) concurso para la Feria de las Culturas Amigas y El Pabellón del Museo El Eco, llevando las propuestas de prácticas jóvenes a mayores audiencias, resaltando el valor esencial de lo público en la arquitectura.


El internet ha cambiado las reglas abriendo la participación a nuevos e inesperados actores pero también ha concentrado el fenómeno de nicho, validando el status quo de quienes heredan el prestigio del capital económico, social y arquitectónico; y que explotan el privilegio de ejercer la construcción con un ánimo voraz que, aún disfrazado de sostenible y progresista, sigue siendo acaparador y capitalista. La crisis sanitaria actual, ha frenado en seco la participación y el intercambio en los espacios públicos, pero desde la conectividad digital ha surgido la oportunidad para voces y plataformas emergentes que se atreven a cuestionar los modos de producción y difusión de la cultura y la arquitectura. Toca entonces generar contenido propio, hacer frente, a través de proyectos y crítica, a las injusticias, las desigualdades y las precariedades que nos atraviesan, asumiendo la responsabilidad social de nuestra disciplina y estableciendo las prioridades de nuestro discurso desechando las frivolidades. Toca establecer vínculos con quienes tienen la voz y devolvérsela a quienes les ha sido arrebatada, histórica y sistemáticamente. Toca hacer comunidad con las periferias, tanto físicas como virtuales. Toca descentralizar la arquitectura.